Breve presentación y cómo se desarrolló la dependencia.
Mi nombre es Oscar, nací en Lima-Perú; pero desde los 3 años mis padres me llevaron a vivir a Caracas-Venezuela. También se llevaron a la chica de limpieza que tenían en ese momento, de unos 22 años, aproximadamente. Más o menos desde los 3 ó 4 años ella se desnudaba delante de mí, y hacía que la tocara y pusiera mi cara muy cerca de sus genitales. Esto creo que duró un par de años. Desde muy temprana edad comencé a masturbarme, frotándome contra mi cama, o contra el sofá si estaba acostado en él. No tenía ningún recuerdo del abuso que sufrí con esta muchacha, pero sí tengo varios recuerdos de estar frotándome incluso públicamente, pues no tenía ninguna vergüenza de hacerlo. Desarrollé, en algún nivel, un lazo emocional con ella, a pesar de que me llevaba unos 20 años; y recuerdo haber sentido celos cuando tuvo un novio.
Más adelante, en el colegio, ya la chica no trabajaba en casa, estaba estudiando 3er grado de primaria, cuando unos compañeros de clases llevaron al bus que nos transportaba, una revista pornográfica. Eso me excitó tanto, que comencé a buscar esa clase de revistas; y así transcurrió mi infancia-adolescencia. La adicción a la pornografía y a la masturbación cobraba cada vez más fuerza a medida que entraba en la adolescencia.
Más adelante vinieron las novias, y el subsecuente sexo con ellas.
Cómo fue el punto cumbre de toma de decisiones y dejar a Jesús intervenir.
El 2 de enero de 1999 recibo a Cristo como mi Señor, y dejé el ocultismo y muchas cosas que eran evidentemente ofensas directas a Dios, pero el sexo no lo dejé. La adicción había formado una fortaleza enorme en mi corazón. En esa época podía ver horas de horas películas pornográficas, masturbarme varias veces al día, y cuando tenía sexo, podía tenerlo varias veces al día también. Eran especies de maratones sexuales los que hacía. Sentía una ansiedad que hacía que deseara, al punto de no poder controlarme, sexo con mi novia.
Una vez casado, pensé que la adicción a la pornografía y a la masturbación cesaría; pero me equivoqué. Un nuevo peligro se asomaba a mi vida: el adulterio. No llegué a cometer el acto del adulterio, pero en mi corazón me acosté con miles de chicas en Internet, en revistas y en películas. Ya empezaba a sentir que no estaba bien para el Señor que siguiera en esos pasos. Hasta que una vez fue invitado por un hermano en Cristo, que no me conocía bien, para que hiciera un programa cristiano para combatir las adicciones sexuales en hombres. Acepté más por curiosidad, que por cualquier otra cosa; y junto con la Biblia, la oración y un libro que estaba leyendo en ese momento, encontré que mis adicciones eran realmente serias.
Asistí a un retiro de sanidad emocional, relacional y sexual, y allí el Señor me hizo recordar lo que había pasado con aquella muchacha que limpió en mi casa. Así que pude orar por el origen del daño, perdonarla, tomar conciencia de lo que me había pasado, y entender por qué no había tenido control sobre esas áreas. Tuve que pedirle perdón al Señor por haberlo ofendido. Recién allí, y lentamente, fui superando mis adicciones, con eventuales recaídas. Esto pasó en el año 2006.
Cómo ha sido el proceso (qué te ha ayudado?)..
El proceso ha sido largo y duro, pero hoy puedo ver, y cada vez más, mi sanidad. En el camino el Señor me mostró que la dependencia de Él es una de las cosas más importantes que hay. Muchas veces quise vencer la adicción en mis propias fuerzas, con resultados aparentemente buenos los primeros días; después volvía a caer, y me frustraba más y más. Perdí las esperanzas varias veces, pero el Señor me animaba, y nunca cesó de animarme.
Varias veces le pedí al Señor que cambiara mi parecer con respecto a esos pecados que amaba, para aborrecerlos, tal como Él lo hace. De esta manera comencé a sentir asco por el sexo ilícito, comencé a fijar mi mirada en mi esposa y no en otra mujer, comencé a valorar lo que Dios me ofrecía a través de mi esposa (“deléitate en la mujer de tu juventud”, me decía), y no a través del engaño de las fotos y videos pornográficos, y tampoco a través de la autogratificación.
Y aunque las luchas carnales seguían allí, eran menos fuertes, ya no me dominaban, y comenzaron a ser menos frecuentes. También invité a Jesús a restaurar esas áreas tan dañadas, y Él comenzó a hacerlo.
Me di cuenta que necesitaba pasar por el proceso de sanidad, a Su ritmo y no al mío; aunque supiera que algo estaba mal, y que no debía hacerlo, más tarde me encontraba haciéndolo, haciendo lo malo que no quería hacer, tal como Pablo lo describe en Romanos 7.
Las consecuencias relacionales que tuvieron mis quebrantamientos sexuales fueron importantes; el alto precio que tuvimos que pagar (mi familia y yo) nos enseñó que no vale la pena entregarse a estos actos satánicos. La sana consejería, la compañía de hermanos que caminan en santidad (al menos en esta área), la rendición de cuentas, la liberación de demonios opresores y el poner en práctica la Palabra de Dios, practicando Su Presencia, fueron las claves para mi sanidad, que aun no termina, pero que va caminando sujeta a Él.
Tu vida actual, es decir qué eres libre de hacer ahora que antes no eras.
Ahora soy más libre para recibir y dar amor. El temor a la intimidad, por miedo al rechazo, impidieron que recibiera amor, sobretodo de las mujeres; dado que mi mamá ha sido, hasta ahora, una mujer poco cariñosa, que no me brindó el cariño y el amor que un niño necesita; sino que se enfocó en resultados, notas del colegio, metas de vida. Esto me cerró a su amor, y lo generalicé hacia las demás mujeres. La misoginia me impidió recibir de ellas, porque les tenía miedo. A mi esposa y a mi hija mayor las privé del cariño que les debí proveer como esposo y padre.
Hoy en día, el Señor está aun restaurando, pero me siento libre de brindarles el amor que necesitan. Humanamente hablando, no hay manera de restaurar los años pasados de asperezas, pero eso el Señor mismo lo restaurará también, porque Él es un Dios que restaura. No necesito de la pornografía ni de la masturbación para tapar los dolores del rechazo pasado, pues éste está sanando. Y el rechazo actual lo puedo llevar a la cruz de Cristo, donde recibo a cambio una paz que sobrepasa todo entendimiento, y donde cualquier lucha carnal pierde su batalla.
Palabras finales de ánimo.
Si estás metido en algún problema de adicciones, lo primero que tienes que hacer es confiar en el Señor; creer que verdaderamente Él tiene poder para sanar y/o sacarte de donde estás. Segundo, debes buscar un grupo de apoyo en tu iglesia, con personas que hayan pasado por este proceso antes, para que te puedan guiar, para que puedan confiar en ellos y rendirles cuentas de tu vida privada, pero de esa vida privada que sólo saben tú y Dios, de esa vida hay que hablar para sacarla a la luz, para que Satanás ya no pueda obrar en la oscuridad.
Pídele al Señor que lleve a tu memoria dónde comenzaron los problemas, y cuando recuerdes, pídele al Señor que aparezca en tu recuerdo y te muestre qué estaba Él haciendo; perdona al ofensor (si lo hubo), pídele perdón al Señor por haber actuado mal. También es bueno hacer una liberación debido a que pudiste haber estado exponiendo tu cuerpo al pecado por mucho tiempo y pudiste haber abierto puertas a demonios que te quieren esclavizar. Una vez libre, y en obediencia al Señor, podrás ver la luz al final del túnel. ¡Tenemos un Dios vivo, Su Palabra es más cortante que toda espada de dos filos, y lo discierne todo! ¡Acércate a Él porque quiere restaurarte, porque quiere que vivas conforme a Su Voluntad, la cual es buena, agradable y perfecta! ¡Caminemos juntos este sendero, hermano, y reencontrémonos con nuestro Señor en esta misma vida! ¡La sanidad y la liberación son tangibles, son medibles; no te conformes con estar medio sano o medio libre; Él promete hacer la obra hasta terminarla, no la deja inconclusa; por eso tú tampoco te conformes con menos! ¡Adelante, sigue en la batalla!
El Ministerio Restauración Argentina provee ayuda y apoyo cristocéntrico a las personas que luchan con diferentes problemas relacionales, emocionales y sexuales.
Nuestro apoyo está basado en el fundamento bíblico de la compasión, la integridad y la dependencia en Dios.