Dennis Jeringan

Un Corazón Roto

Por muchos años y generaciones, la sociedad norteamericana ha estado perdiendo un ingrediente valiosísimo. ¿Por qué enfrentamos tantísimo problemas insuperables? ¿Por qué vemos que tantas perversiones pasan a ser aceptadas como “normales” y “naturales”? Personalmente creo que los hombres no saben cómo ser hombres y los padres no saben cómo criar a sus hijos. Sostengo que las mujeres anhelan ser mujeres, pero los hombres han evitado sus responsabilidades, dejando que las ellas sean tanto madres como padres. Esto nunca va a funcionar. Un hijo, niño o niña, desarrolla su identidad a partir de su padre. Si el padre no está allí, ya sea física o emocionalmente, ¿cómo podrá infundir valor o identidad en su hijo? Nuestra única esperanza yace en aprender lo mucho que nuestro Padre celestial desea una relación íntima y estrecha con Sus hijos, y que éstos se conviertan en las personas que El dice que son.

Lo que estás a punto de leer es una historia de esperanza… La razón por la que cantamos y la razón por la cual nunca dejaremos de alabar al Señor Jesucristo. Lo que sigue es nuestro testimonio personal del amor y poder de Cristo en nuestras vidas. A medida que leas, le pedimos al Señor que rompa tu corazón por las cosas que rompen él Su corazón. ¡Y que te des cuenta del gran amor del Padre por tí! Es tiempo que la iglesia sea honesta. Si no podemos ser honestos, entonces ¿cómo podremos ser sanos?Y si no podemos amarnos los unos a los otros lo suficiente para ver la sanidad en nuestras propias vidas, ¿cómo podremos amar a los perdidos y a los moribundos del mundo lo suficiente como para ver la sanidad en sus vidas? Ningún pecado es demasiado pequeño, ni demasiado grande. ¡A Dios todos los pecados le dan asco! Sólo sabemos que hemos sido llamados a traer esperanza y sanidad a aquellos que están perdidos y moribundos. ¡El te ama a ti, porque eres su hijo!

Dennis & Melinda Jeringan

Hemos Creído una Mentira

Antes de comenzar mi historia, debes saber que deseo honrar a mis padres terrenales, como así también a mi Padre celestial. La razón por la que comparto mi testimonio contigo es porque creo que mucha gente podrá identificarse con lo que yo he “pasado”. Mi mayor deseo es que llegues a conocer al Padre aún más íntimamente que yo. Dado que todos nacemos pecadores, todos tenemos algunas necesidades muy básicas. Y con esto me refiero a las muchas necesidades emocionales y espirituales con las que nacemos.

Los niños pequeños adquieren su identidad a través de sus padres varones. Recuerdo que cuando era un pequeño niño, deseaba la aprobación y la aceptación de mi padre para cada una de las cosas en mi vida. Hoy, al ser padre de niños y niñas yo mismo, puedo ver no sólo cómo mis hijos varones me necesitan para ayudarlos a darse cuenta “quiénes son”, sino que también mis hijas me necesitan. Una de ellas se “arregla” el cabello a su manera y luego va a mi esposa, Melinda, y le pregunta cómo luce. Pero requiere el sello de aprobación de papá antes de que ella crea realmente que su cabello luce bien.

¿Y no es así como deberíamos ser con nuestro Padre Celestial? Por eso deseo adquirir mi estima y aceptación de mi padre Celestial, de acuerdo a quien dice El que yo soy.. Dado que mis hijos no llegan a depender de mí, sino que son capaces de transferir sus necesidades más profundas al Padre celestial, me doy cuenta que nunca llegaré a ser un padre, esposo, director de alabanza o un ser humano perfecto. ¡Pero mi Padre es perfecto en todo! Mi sanidad ha sucedido y continuará sucediendo a medida que yo busque una relación íntima y vivificante con El.

Nací en Sapulpa, estado de Oklahoma. Un tiempo después de mi nacimiento, mi familia se mudó a la estancia que mis abuelos (Samuel Washington y Myrtle Mae Zinder) habían construido, y donde se crió mi padre. Viviamos allí, a millas de distancia de un pueblito llamado Boynton, Oklahoma, de unos 400 habitantes, donde mis hermanos y yo asistíamos a la escuela. De pequeño, el Señor me dotó con la habilidad de tocar el piano. Para cuando tenía nueve años, ya tocaba el piano durante la alabanza en la Primera Iglesia Bautista. Esta fue también la iglesia donde mis padres, Samuel Robert Jernigan y Peggy Yvonne Johnson, se habían conocido. Mi padre también había dirigido la alabanza allí desde que tengo uso de razón (como también lo sigue haciendo en la actualidad). Cuando tenía unos seis o siete años, mi abuela paterna se mudó de vuelta a la estancia, y vivía en un trailer al lado de la casa vieja donde vivíamos nosotros. Y cada día, después de la escuela, se me podía encontrar practicando piano en la casa de mi abuela, “convenientemente” olvidándome de mis tareas.

Fue a través de mi abuela Jernigan que el Señor me enseñó a tocar el piano. Dado que vivíamos tan lejos de cualquier pueblo con una maestra de piano, tuve que aprender a tocar de oído. Mi abuela era muy paciente conmigo y me enseñó cómo tocar para la iglesia. Fue mi abuela quien me dijo que había más en una relación con Jesús que en el hecho de ser salvo por El. Una vez me dijo que supo que mi abuelo Jernigan había ido al cielo porque el Señor le había dicho que él tenía un “nuevo nombre en gloria”. ¡Yo estaba maravillado! Dios le hablaba a mi abuela, pero yo nunca pude escuchar que me hablara a mí. Demás está decir que me apegué muchísimo a esta mujer piadosa. Pasarían muchísimo años antes de que comenzara a darme cuenta del profundo impacto que ella tendría y está teniendo en mi vida. Mi relación con mis padres, (lo descubrí luego de haber hablado con muchos padres durante años), fue muy típica de mi generación. No éramos una familia afectuosa. Aunque sentí cariño por parte de mi madre, no recuerdo haber recibido cariño físico por parte de mi padre o entre mis hermanos varones y yo. Mi papi trabajaba mucho. No éramos pobres, pero no éramos ricos monetariamente. A parte de trabajar en la estancia, mi papá era empleado de una compañía de servicios, y eventualmente trabajó como mecánico por muchos años. Desde que crecí, Dios me ha hecho recordar de las muchas maneras como mi padre me expresaba afecto y amor mientras crecía. Mi problema no fue mi papá. Mi problema fue que creí una mentira. Una vez que Satanás puso su pié en la puerta de mi corazón, cualquier rechazo, no impartaba si era pequeño o grande, lo percibí como una falta de amor por parte de mi papá (o de quien fuese en ese momento).

Mirándolo ahora, me doy cuenta que fui un niño muy egoísta, aún desde pequeño. Me costaba creer que alguien me amara… Me sentía despreciable. Dado que no creía que nadie me amaba, realmente no podía recibir amor. Sin embargo, lo que sí descubrí fue que si hacía algo bien, yo le caía bien a la gente. Así que traté de ser el mejor en cualquier cosa que hiciera: en la escuela, jugando al basketball, tocando música, etc… Me sentía pésimo y muy solo (¡aunque no lo estaba!). Los deportes y las calificaciones en la escuela no me daban ninguna esperanza, ni tampoco lo hacía la música. Dado que tomé decisiones basadas en lo que percibía, y cómo percibía lo que la gente pensaba de mí, me transformé en una persona muy egoísta, por lo general a expensa de otros, y muy a menudo a expensas de mis hermanos menores. Lo que la gente pensaba que era tan bueno, mi desempeño externo, pronto comenzó a esconder las mayores heridas y fracasos de mi corazón. Debo agregar que mi papi y mi mami nunca faltaron ni a un solo evento en el que yo estuviese involucrado mientras crecía. Esto me tendría que haber dicho muchísimo. Sin embargo, decidí creer una mentira.

Ahora tengo que contarles lo que considero es una de las cosas más difíciles de mi vida, una cosa que quise esconder. Dado que me sentí tan rechazado, le permití que impreganara todas la áreas de mi vida. (Lo que no me di cuenta es que Satanás estaba mintíendome, todo el tiempo tratando de evitar que yo cumpla el plan de Dios para mi vida). Esto incluyó el área sexual de mi vida. Cuando tenía como 5 años, tuve mi primer encuentro sexual con otro varón. En un baño público, un hombre adulto se exhibió mostrándome sus genitales, de una manera amenazadora. Aunque hice lo correcto en huir del lugar, salí de ese encuentro preguntándome: “¿Porqué me eligió a mí para hacer eso? ¿Qué estaba mal en mí? ¿Qué lo atrajo hacia mí?” Otro aspecto que me llevó a pensar de esta manera, fue creer que mi papá no me amaba… porque él no me lo decía. Y no me expresaba su afecto demostrándolo físicamente. ¡Los varones Jernigan no éramos los hombres más afectuosos! Demás está decir que mi identidad, mi sexualidad, se vio afectada por la manera en que yo pensaba que otros me percibían… y porque todo sucedió cuando era tan pequeño, creí simplemente que había nacido de esta manera.

En esta área me sentía tan avergonzado y temeroso de ser rechazado, que me hice más egoísta y pervertido en mi manera de pensar. Cuando niño necesitaba un modelo de conducta que me mostrara el camino hacia la masculinidad. Pero porque me sentía rechazado por el principal hombre en mi vida, yo, a su vez, lo rechacé y comencé a desear intimidad con un hombre de manera pervertida. Debido a este pensamiento erróneo, llegué a creer que era homosexual. Debió haber comenzado muy temprano en mi vida porque recuerdo que tenía esos sentimientos por el mismo género desde muy pequeño. Les oculté esto a lo demás durante la secundaria y durante los cuatro años que asistí a la Universidad Bautista de Oklahoma, aunque no se los oculté a aquellos con quien tenía relaciones. Podría agregar que aunque estuve involucrado en la homosexualidad durante mis años universitarios, es mirando atrás que puedo ver la maravillosa y poderosa mano de Dios ministrándome Su amor en medio de mi pecado y mi confusión. Debido a la falta de capacitación musical mientras crecía, el estudiar música en la Universidad Bautista de Oklahoma fue como aprender otro idioma completamente nuevo. El poder realmente leer y escribir la música que veía o escuchaba, fue como si se abriera un mundo completamente nuevo delante de mí. Esto sería muy valioso en mi vida más tarde, cuando comencé a expresar mi corazón y mis sentimientos en canciones.

Uno de los incidentes más dolorosos de mi historia ocurrió en el mes de enero de 1981. Como hombre joven necesitado de afirmación y atención masculinos que era, quedé abrumado cuando un hombre a quien yo respetaba grandemente empezó a prestarme atención. Como él era veinte años mayor que yo, casado y con hijos, y respetado en la comunidad, yo lo admiraba. Como “cristiano” que era, se me acercó con una actitud bondadosa, para mi bienestar. Para alguien que se sentía tan rechazado como yo, tener a una persona que regularmente me llamara y me preguntara cómo me estaban yendo las cosas, hizo de mi vida deprimente algo un poco más llevadero. Luego de varias semanas de ganar mi confianza a través de los momentos que salíamos a tomar una coca-cola o simplemente andando en auto por el pueblo preguntándome cómo podía orar por mi, llegué a confiar en esta persona muchísimo... tanto hasta el punto de preguntarle si yo podía compartir mi secreto más profundo y más oscuro. Así que descargué mi peso, e inmediatamente sentí como si el peso del mundo se levantara de mis hombros… por algunos momentos… hasta que me di cuenta que esta persona estaba avanzándome sexualmente. Y en los momentos siguientes, me sentí totalmente deseperado al perder la esperanza de recibir ayuda alguna vez, y cedí a la perversión.

Salí de ese encuentro sintiéndome tan usado y despreciable que decidí quitarme la vida. Deseba la paz más de lo que deseaba vivir. Así que me fui a mi casa, abrí el gas y me acosté para morir. Mientras pensaba acerca de que esto sería mejor para mi y mi familia y mis amigos, y que por fin vendría la paz, me asaltataron una serie de dudas: “¿Cómo va a ser en realidad la eternidad? ¿Estás listo para lo que hay afuera?” Así que no pude continuar con el suicidio. Me recuperé de ese episodio y decidí vivir simplemente como lo que obviamente fui creado para ser: un homosexual.

Cuando me gradué de la Universidad Bautista de Oklahoma en 1981, viajé con un grupo promoviendo la universidad por el resto del verano. Durante ese período de mi vida, estaba muy deprimido casi todo el tiempo. Había finalmente terminado la facultad, y no tenían ningún deseo de seguir la vocación que había estudiado: ¡música de la iglesia! Sumado a eso, me sentíaque todo a lo que me había aferrado para sentir seguridad, ya no estaba más disponible. Viví un relación pervertida con otro hombre. No estoy ogulloso de este hecho… sólo que no sé de qué otra manera contártelo. Pensé que había conocido la miseria antes, pero ese verano resultó ser aún más doloroso. Me había entregado a lo que percibía que era mi verdadera identidad, ¡y quedé aún más deprimido que nunca! Recuerdo bien como me sentía.

Así que como era un buen chico bautista de sur, decidí que no le había dado a Dios todas las oportunidades para curarme; entonces decidí ir al seminario. ¡En mi mente quedaba el suicidio o el seminario! Pero Dios tenía otros planes. Pensé que como no tenía dirección en cuanto a los pasos a seguir en mi vida, seguiría estudiando, y pero muy adentro sentía que recuperaría algo de la seguridad que había encontrado en la facultad. El único problema era que aunque me había inscripto en el seminario, aún así no sentía paz. ¡Supuse entonces que simplemente había elegido el seminario incorrecto! Así que: ¿adivina qué? Me inscribí en otro seminario, hasta me aseguré un compañero de cuarto, un amigo de la facultad. Aún así no tenía paz. Tres días antes de partir para el seminario en Luousville, Kentucky, un amigo de la Universidad Bautista me llamó y empezó a compartir ideas muy interesantes conmigo. En pocas palabras, este amigo se había graduado un año antes que yo. Entre su graduación y la mía, Dios había comenzado a impactar su vida grandemente. A medida que comenzó a buscar a Dios, empezó a experimentar niveles de intimidad con el Padre más y más profundos. Y comenzó a escuchar la voz de Dios que le hablaba a su corazón. Me dijo muchas de las cosas que Dios había estado haciendo en su vida. Me dí cuenta por su voz y su pasión que ésta era una persona diferente, o más profunda, de la que había conocido en la facultad. Tenía mi atención. A medida que hablaba, la conversación giró hacia la razón por la cual él me había llamado. Dios le había estado hablando, ¡de mí!
Me dijo que Dios le había mostrado en un sueño muchas cosas en mi vida que Dios quería hacer. En el sueño, Dios me estaba dando muchas, muchas canciones... y que Él, yo y otro compañero recibido también de la misma universidad estábamos de pie.

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